El valle de Ousikis



Hay lugares que, al estar situados junto a rutas turísticas con cierto renombre y muy transitadas, pero algo apartados de las mismas, nadie repara en ellos y pasan completamente desapercibidos. La travesía de las gargantas del Dades constituye una de las rutas mas visitadas de Marruecos, ya sea en viaje programado por alguna de las cientos de pequeñas empresas de viajes que lo ofrecen, en 4x4 o en microbús, ya sea en viaje privado en nuestro vehículo particular o de alquiler.  La variedad de paisajes, de formaciones geológicas, de cañones y gargantas , y su patrimonio arquitectónico -aunque cada vez más deteriorado- son atractivos suficientes que por sí solos colman las aspiraciones de los visitantes. Sin embargo, existen diversos rincones dotados de un enorme atractivo, que son absolutamente desconocidos para los viajeros, donde la presencia de visitantes o un vehículo "no autóctono" sigue despertando curiosidad y espectación, y donde los pequeños se esconden ante los desconocidos, en lugar de asaltarlos pidiendo caramelos y bolígrafos.  El valle de Ousikis, a apenas un par de kilómetros de Msemrir, en la alta cuenca del Dades, es , sin duda, uno de esos lugares por los que siempre hemos pasado delante de su puerta, pero que   nunca hemos tenido la curiosidad de entrar.


A diferencia de la mayoría de los sucesivos valles que conforman el alto Dades y su cuenca, confinados en una estrecha y cerrada franja rodeada de paredes verticales y cumbres que se elevan mas de mil quinientos metros, el valle de Ousikis es un valle ancho y abierto, luminoso, donde las cumbres que lo enmarcan parecen más bien una sucesión de colinas que una auténtica cordillera. Pero no nos engañemos, su considerable altura, a más de 2.000 metros, es la que crea esa ilusión y hace que las cimas de alrededor, redondeadas y desoladas, como las de toda la región,  apenas se eleven unos pocos cientos de metros sobre el valle, aunque alcanzando en algunos casos los 2.800 metros, altura nada desdeñable, con presencia de nieve hasta bien entrada la primavera.  (foto encabezado).


A lo largo y ancho del valle, las pequeñas aldeas se van sucediendo, entre  huertas y plantaciones de olivos y, principalmente, almendros, que llenan de encanto el valle a principios de primavera, cuando sus flores  visten los campos de una elegante capa blanca con suaves tonos rosados, síntoma inequívoco de que las penurias de los duros inviernos de la región han acabado, dando paso a una etapa fértil y luminosa donde el verde de los huertos ayudará a soportar los monótonos ocres y grises de las montañas. (fotos superiores).
 
A mi modo de ver,  aparte de la belleza estética del valle en primavera, el principal atractivo de la zona es precisamente su arquitectura tradicional. En todas las aldeas, situadas preferentemente entre los huertos o en los laterales del valle (fotos drcha. e izqda.), predominan las construcciones de barro perfectamente mantenidas y habitadas, y abundan las casas unifamiliares al estilo de la región, de planta cuadrada y con cuatro torreones, uno en cada esquina, que apenas sobresalen en altura del resto de la construcción. Unos pequeños ventanales protegidos por verjas de hierro forjado y situados en los pisos altos, son su única comunicación con el exterior al margen de la puerta. - También podemos encontrar un  puñado de kasbahs bastante bien conservadas y aún en uso.-
Desgraciadamente, y siguiendo la constante de todo el sur marroquí, la llegada del asfalto ha significado también la llegada del cemento y de las nuevas construcciones , feas e impersonales, que han empezado a edificarse tras las aldeas originales, en las suaves lomas de las colinas que delimitan el valle.- Sigo sin entender la utilización del cemento como material de construcción en una región como ésta, con la enorme amplitud térmica entre verano e invierno -e incluso diaria- que la caracteriza. El cemento convierte a las viviendas en hornos en verano y neveras en invierno, muy lejos de la función termorreguladora del barro y el adobe, elementos constructivos seculares. Una tradición de siglos no puede equivocarse. Pero en fin, las nuevas construcciones son símbolos actuales de prestigio, al igual que en el pasado lo fueron las kasbahs.-

El valle tiene unos 5 km. de largo aproximadamente, por lo que recomiendo dejar el vehículo al principio del mismo, a poco de tomar el desvío y recorrerlo andando, lo que supone una bonita y tranquila excursión en la que podremos observar detalles que de otra manera pasarían desapercibidos, como el trabajo de los huertos, la red de acequias que los recorren y las frescas riberas del Assif Ousikis, flanqueadas por numerosos chopos de ramas desnudas y desoladas en invierno, que se vuelven a vestir de verde en primavera.- La vida  se manifiesta por todas partes, en los chiquillos que corren a la escuela o que esperan el transporte escolar para ir al instituto en la cercana Msemrir, en las mujeres que se afanan en el lavado de la ropa en las orillas del rio (foto inferior), en los campesinos labrando y preparando sus huertos..., en definitiva,  la vida cotidiana se nos mostrará con toda su sencillez en un paseo relajante y enriquecedor.



COMO LLEGAR
Partiendo de Boumalné de Dades, por la R704,  la ruta de las gargantas del Dadés, todo por asfalto. Poco antes de llegar a Msemrir,  cuando apenas faltan un par de kilómetros para llegar a esta población, hay que tomar un desvío que surge a la izquierda y que se adentra en el valle de Ousikis, recorriéndolo hasta el final.-  El desvío, si bien está asfaltado en sus inicios, obras que se realizaron hace menos de una década, rápidamente el asfalto se deteriora y se convierte en pista, aunque puede ser transitada por cualquier vehículo, con un poco de cuidado.- Desde Boumalné hasta el cruce son 60 kilómetros, y unos cinco más si queremos ir en vehículo hasta las últimas aldeas. En la entrada de las gargantas del Dades se hace una descripción pormenorizada de la ruta y sus enormes atractivos.

COMER Y DORMIR
Ver la entrada de las gargantas del Dades

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