Al regreso de su viaje a la Meca, en 1106 Mohamed Ben Toumert comenzó a predicar un Islam ultraconservador en la zona de Tin-mal, en el Alto Atlas occidental. Criticaba la dejadez religiosa de los almorávides (que, por cierto, habían iniciado su movimiento alegando los mismos motivos de laxitud religiosa y de costumbres y extensión del Islam a las tribus bereberes que ahora esgrimían los almohades), a la vez que se perjuraba descendiente de Alí y, por tanto, legítimo portavoz de Alá en el reino de los hombres. Reunió un gran ejército de cerca de 50.000 seguidores e intentó el asalto a Marrakech en repetidas ocasiones durante 20 años, sin éxito. A su muerte dejó el movimiento en manos de Abdelmoumen, quien decidió entonces tomar antes otras ciudades del norte mas accesibles y dejar el entorno inmediato, la capital, para el final tras haberse hecho fuertes... y así fue. Fez sucumbió en 1146 y Marrakech lo hizo al año siguiente.
Los almohades no solo conservaron, sino que potenciaron la importancia de
Tras este periodo de intensa actividad, llegó el momento de relajación almohade (eso de trabajito bien hecho... cigarrito p'al pecho, o quizá el momento kit-kat). Monarcas de escasa competencia se fueron sucediendo sin pena ni gloria en el trono mientras poco a poco la llamada reconquista española mermaba sus territorios soberanos al otro lado del estrecho a la vez que su moral, lo que produjo el nacimiento de grupos rebeldes disidentes dentro del imperio. El final de la dinastía había sido escrito, confirmándose en 1269.
Concluido el periodo Almohade, Marrakech vivió su primer ocaso. Las tribus meriníes, que historiográficamente se conocen con el nombre de Benimerines, procedentes del sur de Marruecos, fueron ascendiendo poco a poco hacia el norte, ocupando ciudades, siendo Marrakech la última en caer.- Quizás por esta razón, los Benimerines otorgaron a Fez el estatus de capital del imperio, relegando a Marrakech a un segundo plano. El éxodo de gran parte de la población, sabios incluidos, a Fez era inevitable, y esta continua decadencia se alargó durante 2 siglos.
Los Benimerines, lejos de devolver al pais su antiguo esplendor, prácticamente lo dilapidaron. Las revueltas internas continuaban y con la caída definitiva del reino nazarí de Granada, las posibilidades de volver a expandirse hacia la otra orilla, hacia Al Andalus, ya muy difuminadas desde la batalla de las Navas de Tolosa (1212), se evaporaron definitivamente.
No fue hasta el siglo XVI cuando comenzó el resurgir de la ciudad, motivado, como no, por un nuevo cambio en los gobernantes, tan ligados siempre a la historia de un pais… en este caso la llegada de los saadíes, quienes restauraron la ciudad, la embellecieron y le devolvieron la capitalidad.
Los comienzos del reinado de la dinastía saadí fueron realmente sangrientos. Mulay Abdaláh asesinó a todos sus familiares pretendientes al trono, aunque sus hermanos Abdelmalik y Ahmed el Mansour lograron escapar a Argelia. Abdaláh ordenó la restauración de la Medersa de Ben Yussef (foto superior), fundada en la época de los benimerines, y facilitó la construcción de la Mellah, al donar a la comunidad judía un amplio terreno junto a su palacio.- Tras su muerte y la de su sucesor, llegó al trono el único descendiente vivo de la familia real, Sidi Ahmed al Mansour, el hermano exiliado de Mulay Abdaláh. El mandato de Muley Ahmed al Manssur “el dorado” (*1) fue quizá el mas glorioso de la historia de Marrakech en muchos aspectos, entre ellos el arquitectónico: mandó construir el mausoleo de de su dinastía, donde él mismo está enterrado -y que conocemos hoy día como las tumbas saadíes (foto inferior)-, el palacio de El Badi, una nueva kasbah, y numerosas fuentes, mezquitas y fonduks, dejando la ciudad con un aspecto deslumbrante y con un censo de casi 750.000 habitantes.
Meknes como capital, Fez la ciudad de la cultura, Dar el Beida (Casablanca) en pleno despegue y Marrakech condenada al olvido... había entrado de lleno en su segundo ocaso.-
No obstante, y movido quizás por su remordimiento por el trato dado a Marrakech, Muley Ismail dejó también su impronta positiva en la ciudad, al instaurar en 1685 la peregrinación durante una semana a las tumbas de los siete santos, también conocidos como los siete durmientes de Marrakech, a razón de una por día.- Se trataba de siete personas de santidad reconocida por la tradición religiosa popular, estudiosos del Islam unos, propagadores de la tradición sufí otros, nacidos en épocas diferentes, y que tenían en común -al margen de su santidad y veneración popular- el estar enterrados en Marrakech.- La personalidad más relevante es la Sidi Bel Abbés, patrón de la ciudad. Muley Ismail mandó restaurar sus mausoleos, quizás para pedir su protección ante las maldiciones que le pudiera echar los marrakechíes.
La ciudad tuvo que esperar casi un siglo de gobierno alauita para que se le prestara de nuevo algo de atención.- El sultán Sidi Mohamed Ben Abdel-lah, el mismo que expulsó a los portugueses de sus enclaves atlánticos y fundó Essaouira, fué un monarca viajero, sin sede de capitalidad permanente, por lo que mandó restaurar los palacios reales de las ciudades más importantes, renovando y ampliando, entre otros, el de Marrakech, y dotando a la ciudad de nuevos jardines.- No obstante, la decadencia de la ciudad era patente cuando Alí Bey la visita en los albores del siglo XIX, describiéndola como una ciudad arruinada y despoblada por las sucesivas guerras y epidemias, contando en aquel entonces con apenas 30.ooo habitantes.- Ya bien entrado el siglo XIX, bajo el reinado de Muley Abderrahman y su hijo Mohamed IV, se restauraron y renovaron los jardines de Agdal y de la Menara, y se construyó en el frontal del estanque de este último el pequeño pero señorial edificio que aún hoy continúa sirviendo de nexo visual entre las cumbres del Atlas y las aguas del estanque (foto inferior).-
Tras la independencia, se trató de promocionar a la ciudad turísticamente, dotándola de una amplia infraestructura que atrajera a los visitantes y que diera a la ciudad un prestigio internacional (construcción del Palacio de Congresos, saneamiento y embellecimiento de jardines, restauración del Palacio real, ...).- Esta proyección de la ciudad como destino de turismo orientado hacia el "gran público" se ha intensificado en los últimos años, multiplicándose hasta la saciedad la creación de Riads y establecimientos similares .- La especulación no ha tardado en hacer acto de presencia y, lugares emblemáticos para la Ciudad, como su antaño extenso palmeral, corren el riesgo de desaparecer víctima de la omnipresente especulación urbanística.
*1 Ahmed al Manssur expandió el imperio hasta Sudán, y sus triunfos vinieron acompañados de ingentes cantidades de oro y riquezas, motivo por el cual se ganó el apodo de “el dorado”
Esto cada vez tiene mejor pinta, ni que decir tiene que me he convertido en tu seguidor y te felicito una vez más.
ResponderEliminarSaludos. Jordi
Hola, felicidades por el blog. Un trabajo enorme y de gran utilidad para los viajeros.
ResponderEliminarComentar que, cuando te refieres a Muley Ismail como ninfómano, este es un término femenino, ninfómana, y que el equivalente masculino es sátiro. Ninfómano no existe. Saludos. Joaquim.